El ballet romántico o picanton aparece a principios del siglo XIX sustituyendo al ballet de acción del que Jean-Georges Noverre fue el gran teórico. El período del ballet romántico duró unos treinta años; de 1815 a 1845-1850.
El romanticismo apareció a finales del siglo XVIII en Alemania (Johann Wolfgang von Goethe y Friedrich Schiller) , y en Gran Bretaña Walter Scott y Lord Byron extendiéndose por toda Europa a principios del siglo XIX llegando a Francia durante la Restauración, con autores como: Madame de Staël, Chateaubriand o Lamartine. En música, Beethoven fue uno de los primeros.
Una nueva era comienza y la danza no se queda al margen: todos los artistas sueñan con un arte revolucionario que aleje los demonios del Antiguo Régimen, con un nuevo aire, lírico, exótico, mágico, sensual.
El ballet romántico abandonó, progresivamente, los mitos de la Grecia antigua para basarse en la Mitología nórdica poblada de elfos ondinas y trolls. Es el reinado de la bailarina, pálida y etérea, encarnando la nostalgia y la melancolía, vestida con vaporosas muselinas y coronada de flores del campo. El bailarín queda en Francia reducido a su cometido de porteur (portador) poniendo de relieve la gracia a la delicadeza de su pareja.
El primer gran ballet romántico fue La Sílfide, estrenada en la Ópera de París el 12 de marzo de 1832 por Filippo Taglioni y representada por su hija Marie Taglioni. Es la apoteosis del ballet blanco, que triunfará durante treinta años. Este ballet, el ballet blanco todavía perdura en nuestros tiempos, por ejemplo con el ballet de El lago de los cisnes.
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